Apenas llegué a Moho y empecé a conversar con la gente sobre el hecho de que había ido a hacer una investigación sobre la identidad en torno a la música Sikuri, la primera reacción de la mayoría de personas -desde gente entendida en el tema, profesores, músicos e incluso los señores viejitos que se sientan por las tardes en las bancas de la plaza- fue «¡¿Y por qué no te fuiste a hacer tu investigación a Conima?!» Para quienes no estén familiarizados con la geografía política puneña, Moho se encuentra a más o menos una hora y media de Juliaca, en la ribera norte del  lago Titicaca, y es capital de la provincia del mismo nombre creada en 1989 al separarse de la provincia de Huancané.

Este dato resulta interesante porque tanto Conima como Moho y Huancané se jactan de ser cuna de la música sikuri, pese a que Conima es un distrito dentro de la provincia de Moho que, a su vez, fue un distrito de Huancané hasta finales de los ochenta. Lo curioso es que cuando vas a ver de qué forma el sikuri funciona como un elemento de identidad para un pueblo, no puedes evitar resaltar que apenas llegas a la plaza de Conima, antes que la estatua de algún héroe nacional caído, o de algún ilustre miembro de la sociedad, tienes dos sikus o zampoñas gigantes de unos dos metros y medio cada una, hechas en concreto, en el centro de la plaza casi como diciendo «¿Querías la cuna del sikuri? Pues acá la tienes».

Fuente: http://ouryearinperu.blogspot.pe/2012/11/lord-knows-when-cold-wind-blows-it-will.html

En fin, a pesar de todo, si le preguntas a un moheño sobre dónde hay mas sikuris, si bien todos reconocen que han existido grupos de sikuris desde siempre en las comunidades alrededor de Moho, la gran mayoría no tendrá problemas en decirte que los grupos más antiguos están en Conima. Y es que Qhantati Ururi, el grupo institucionalizado más antiguo de Conima, reclama tener casi 180 años de creación, mientras que el Grupo de Arte 14 de Septiembre de Moho, el grupo de sikuris más antiguo creado en el pueblo mismo de Moho, apenas pasa los 30 y aún así es más antiguo que los grupos de Huancané. Todo este preámbulo es para contextualizar mis propias impresiones de cuando, a solo una semana de haber llegado desde Lima, acabé en la celebración del Sábado de Gloria previo al Domingo de Pascuas en Conima. Una de las fiestas de sikuris más conocidas de la zona donde se toca el llamado Soldado Palla Palla, en el que los tocadores van vestidos como soldados del siglo XIX, recreando una mofa de los soldados puneños que servían en aquel entonces en el ejército y que se burlaban de sus superiores tocando sus sikus.

Aproximadamente a las 9 de la noche empieza el pasacalle. Por un lado de la plaza la gente se coloca a modo de tribuna y los grupos van pasando uno a uno. Primero las danzas de negritos, que entran con sus máscaras sacando la lengua, tocando sus bombos y bailando. Luego entra una danza extraña para mí llamada Loque Pallakulla, interpretrada con sikus en tonos graves, mientras un narrador habla en castellano y en aymara por el megáfono de la municipalidad contando que se trata de una danza recuperada, al parecer presentándose de manera inédita en esta fiesta. Aprovecha para contar una serie de datos sobre cómo el sikuri se practica en la zona desde tiempos inmemoriales, y sobre cómo los antiguos sikuris no tenían cañas y debían buscar otros materiales para fabricar sus instrumentos.

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Fotografía: Gonzalo Chávez.

Hasta este momento me queda bastante claro que todo el evento no es solamente una celebración de pascuas, si no que funciona como una puesta en escena que le recuerda constantemente a la gente cuáles son sus tradiciones y lo importante que son para la historia del pueblo. Luego, el momento más esperado. Los conjuntos de sikuris empezaron a entrar uno tras otro con sus Soldados Palla Palla, cada uno con sus temas propios y su estilo particularmente conimeño que -llamó mi atención- coincidía con las características que mis informantes moheños habían señalado como «clásicos» del sikuri de Conima en la forma de tocar, con un ritmo más rápido y como ellos le llaman «picadito».

Sin embargo, me faltaba ver el plato fuerte, la entrada de los grupos más conocidos que se presentan hacia afuera como representantes del sikuri conimeño, y que en una celebración de esta talla debían decir ¡Presente! para mantener el status que los distingue. El primero en entrar fue Wiñay Qhantati Ururi, un grupo que se crea hace varias décadas como una división de Qhantati Ururi. Cuando Wiñay entra lo primero que debes notar es que la tropa de sikuris era al menos dos o tres veces más grande que la de los otros grupos, todos vestidos de rojo. Empiezan a tocar y nadie más toca sobre ellos, entran al escenario y casi triplican el tiempo de presentación permitido pero nadie les dice nada.

Siguen tocando y la gente los sigue escuchando hasta que, de pronto, otro grupo empieza a tocar en simultáneo del otro lado de la plaza, casi del mismo tamaño que Wiñay, rompiendo el aire de respeto absoluto a este primer grupo. Dos señores parados en la plaza conversan mirando al quienes acaban de empezar a tocar. «¿Qhantati?», pregunta uno, «Qhantati», responde el otro. Qhantati Ururi, de donde surge Wiñay Qhantati originalmente, es el grupo que se presenta como el más antiguo de la zona. De alguna forma era como si sólo ellos tuvieran el derecho de intentar hacer callar a Wiñay, quienes por supuesto no lo lo hacen y empiezan a tocar más fuerte, saliendo del escenario y acercándose hacia Qhantati Ururi.

Era como un enfrentamiento musical al más puro estilo de una película en que ambos grupos se acercaban poco a poco (curiosamente un grupo pequeño hizo de freno y se quedó parado entre los dos), esforzándose en mantener un aire de autoridad que llamó mi atención. Finalmente Qhantati da por cumplida su misión y dejan de tocar, Wiñay sigue un rato más como para señalar que ellos estaban en su momento y luego paran. Pero lo más interesante fue que este contrapunteo no se repitió con ningún otro grupo, ni siquiera con otros grandes y conocidos como Qheni Sankayo. No eran cualquiera, eran ellos y eran los de verdad, los de Conima (no los de alguna base de algún otro lado), y aquí debían reafirmar que era su casa.

Me quedé intrigado con la forma como la música no sólo formaba parte de un discurso de identidad en el pueblo, si no que además formaba parte de relaciones de respeto y rivalidad entre los músicos, así como entre la gente que sabía cómo funcionaba la dinámica, como por ejemplo en la frase de los señores de la plaza cuando un grupo empieza a tocar sobre el otro y se preguntan «¿Qhantati?», «Qhantati». Más tarde volvería a Moho para descubrir que esto no necesariamente funciona así siempre, pero eso será historia para otro día. Ese día de fiesta era la media noche, y mi contacto que me regresaría a Moho no me iba a esperar para ver más enfrentamientos musicales en la madrugada.

2 comentarios en “«Guerra de bandas» en Conima. Identidad, rivalidad y respeto en la práctica del sikuri

  1. Una aproximación vivencial a tradiciones vivas, que se recrean y que trasmiten multitud de mensajes, que el espectador ajeno no llega a leer íntegramente, y que gracias a una narración bien lograda nos permite un acercamiento tan privilegiado a esta realidad, que parece que estuviéramos ahí. Buen trabajo.

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